EL GRAN... MACHITO

2 de Febrero de 2016

Después de un buen lance, no se puede subestimar el siguiente ...

Hay momentos en que los lances parecen perder valor únicamente porque recientemente se nos ha dado bien con un buen trofeo ... Pero cuando se ha ido varias veces a la cita y aunque a veces el resultado no es lo que se espera, quedarse con un guarro de espera es siempre un éxito porque significa que has hecho las cosas bien. Las visitas fallidas anteriores te lo recuerdan ... y si, como yo, no le das mucho bombo al trofeo aunque por supuesto sin menospreciarlo, el lance se impone.

Había conseguido un buen guarrete recientemente, el Guarro del Beso, casi al mismo tiempo que algún zorro de dos patas había "limpiado" todos los comederos del coto. Nuestro arrendador nos permitió cazar el último mes de la temporada en su coto, colindante con el nuestros, que tiene una serie de charcas y bañas dispersas por el mismo.

Una de ellas, que llamamos "la del Refugio" debido a su proximidad a una de estas estructuras ubicada en mitad de un pinar, ya había pagado su tributo societario con una gran guarra.

Rota mi sequía de éxitos en la caza, que duró más de dieciocho meses, abatiendo un pequeño primalón con el fin de que Cartucho mordiera al fin un guarro mío, volví a ponerme en modo "selectivo" para ver si daba con algo de mérito.


 
El primalón de Cartucho. No le perdía ojo ni en mis brazos...

Por lo tanto, la semana siguiente al primalón decidí ponerme en la charca del Refugio que, como no la conocía de antes, tuve que revisar y echar un vistazo a las trochas de entrada y salida existentes. Había tres entradas claras: desde el este, desde el suroeste y del oeste, casi coincidiendo con tres caminos que concurren en dicha charca. Pero la fortuna quiso que ese día soplara aire del este y allí había que ponerse, muy cerca de la pista del oeste, con el aire de cara, a sólo 25 metros de la charca, cubriéndome apenas por detrás con una chaparra que tapara mi silueta un poco, y a poco más de tres metros de la trocha, que quedaba a mi derecha.


Sin saberlo, había calibrado erróneamente la brújula del reloj y resultó que la trocha del oeste realmente era del Noroeste, por lo que el aire fijo llegaba un poco cruzado de mi izquierda, lo suficiente para que al menos cuatro veces me sacaran los guarros a menos de diez metros detrás de mí, tras entrar francamente por la trocha, saludando como despedida a base de resoplidos que me dedicaban cortesmente... Mi situación postoperatoria me impedía moverme de forma independiente, por lo que no pude hacer nada para corregir el error de mi posición.

El jueves de la semana siguiente tuve la oportunidad de hacer con el Guarro del Beso, teniendo la oportunidad de repetir espera el fin de semana. El sábado repitió el aire del este, pero esta vez me coloqué en el camino que salía hacia el suroeste desde la charca,  a unos 50 metros,  comenzando a menguar mi querida Catalina esperaba que los guarros comenzaran a desfilar por la izquierda de la charca en su entrada hacia ella.

La charca del Refugio desde el SW

Que bonito poder observar el cielo infinito entre las ramas de los pinos que, en ausencia de luna, permite ver la aparición uno a uno de los puntos del estrellato. Me sentí sorprendido cuando, ya de noche y sin que hubiera aparecido la menguante, observé con los binoculares nocturnos los ojos de un zorro que se acercaban por la derecha directo a la charca, casi desde el camino principal, donde estuvo un buen rato bebiendo y dándome tiempo para disfrutar del raposo. Tras dos horas de oscuridad sentí claramente una guarra que, gruñendo todo el tiempo, pasó al trote por mi derecha y paralela al camino principal pasándome a no más de quince metros pero sin darme la oportunidad de distinguirla en la oscuridad.


Finalmente, empecé a sentir un ruido de pasos a mi derecha, acercándose hacia la charca. Me clavé los nocturnos a los ojos como si me fuera la vida en ello y empecé a observar tratando de identificar por donde venía, buscando sobretodo el camino que había seguido el zorro, trocha común de los ulteriores cochinos... No paraba de mirar la zona de la charca, a cinco decenas de metros de mí, mientras escuchaba ya literalmente los pasos enfrente. Debería estar ya en el agua y no veía nada!!. Los oídos me decían una cosa y los ojos otra, algo no cuadraba. Tomé la decisión de mirar a simple vista, sin los nocturnos, para salir de dudas. Tenía un guarro de unos setenta kilos parado delante de mi, a no más de quince metros, en línea recta con la charca !!!! Intenté encararme el rifle pero cerca y sin nada que me tapara, el guarro notó el movimiento brusco, fruto de la sorpresa y de los nervios, arrancándose al trote sin darme la menor opción de evaluar el trofeo y mucho menos de tirar, lo que se dice vulgarmente "dejarme con un palmo en las narices"...



Total, que ni los guarros entraron por donde la otra vez, ni la tecnología peltor-armasight se coordinaron, ni parece que los astros indicaran que esa noche tocara "gresca". Ya me parecía mucho haber cascado a dos seguidos, seguro que volvía a mi sequía pertinaz...

Pero el final de temporada se acercaba y repetí a mediados de la semana siguiente.. Estaba encelado con la charca y, por fin, el aire venía bueno, del oeste. Tocaba ponerse en el camino del SE...

La charca del Refugio desde el SE

Era la tercera vez que me ponía, esta charca me estaba enganchando, pues siempre veía pero siempre me la liaban. Esta vez, con el aire de cara de nuevo, si entraban como el primer día me entrarían de frente, si venía la cochina gruñona pasaría entre la charca y yo, el guarro del palmo de narices entraría por mi izquierda y todos sin cogerme el aire... a ver que pasa, pensé mientras me ponía en "modo silencio".


No estuvo muy animado el anochecer, aunque no hay nada que a un esperista le relaje más que los sonidos y movimientos del campo al oscurecer. Tórtolas, palomas y conejos parecen avisar al monte que es hora de cenar antes de encamarse y el cambio de temperatura, a la caída del sol, parece avisar que los grandes mamíferos están despertando de su descanso en lo más profundo del monte. Y los olores... ese regalo de la naturaleza que complementa nuestros instintos de acecho con el amor por el medio en que se desenvuelve la actividad.


Así, sin luna, la noche me tenía envuelto en mis pensamientos, aparentemente desconectado del medio pero con la vista y el oído acechando, mientras la cabeza vuela  y se va posando ahora en el trabajo, ahora en la familia, ahora en... yo que se cuantas cosas.

Pero el esperista, aunque esté dormido, incomprensiblemente siempre tiene el oído alerta...

click !!


Sonó una piedra y mis ojos empezarón a escudriñar en la noche, mientras mi mano tanteaba a oscuras por encima de la bolsa de esperas en busca de mi accesorio nocturno. Ya con los binoculares en los ojos, no me costó mucho encontrar al guarro que, solitario, deambulaba por los alrededores de la charca.


Tenía hechura de macho, con el culo caido, pero al pasar por delante de la charca vi que apenas llegaba a la altura del cemento, por lo que debería ser poco más que un primalón. Siempre es bueno tomar referencias para adivinar el tamaño del guarro, aunque no hay nada como la "primera impresión" para estar seguro de que el guarro que tienes delante es un bicho "serio". Claro que eso nunca es una ciencia exacta, por lo que tanto las referencias como la visión nocturna, en mi caso los binoculares, son parte de la ayuda que debe ayudarte a distinguir el visitante que tienes enfrente.


Con los nocturnos tuve la ocasión de disfrutar de las correrías del cochinete que remató bebiendo en la charca. Disfrutaba viéndole cuando repentinamente dió unos pasos rápidos y se salió de la charca. Conozco esos pasitos... algo le asustaba. Le vi arrancar hacia el sur, pararse de golpe tras quince metros para girar ciento ochenta grados y salir corriendo hacia el norte. Fué en esa carrera cuando le vi brillar los ojos...


Como sospechaba allí estaba, el guarro que antes de entrar provoca la estampida de los visitantes presentes, señal de que lo que entra avisa de su señorío. Con pecho ancho y culo escurrído, como los chulos de playa, como me gustan los guarros, allí andaba el visitante que seguramente esperaba.


Hasta que el cochinete no se escabuyó por el perdedero que esa charca tiene por el norte, no terminó de avanzar el guarro hacia la charca, observándola hasta entonces pegado al tronco de una chaparra que seguro le hacía sentirse protegido. La hecura de macho y su tamaño significativamente mayor que el anterior, me llevó a confirmar directamente lo que sospechaba. Así, en cuanto anduvo un poco le busqué el pincel con los binoculares, distinguiéndolo sin mucha dificultad.


Tenía claro que era un macho, aunque no se que había que no me cuadraba. Le vi rondar por la parte posterior de la charca y empezar a beber, La verdad es que no sabía como estaba el nivel de agua, pues no lo distinguía desde mi posición. Pero me sonaba a guarro tirable y decidir ir a por él.


Dejé los binoculares nocturnos, sin ruido, y me agarré al rifle intentando cuadrar el cochino en la cruceta, pero la ausencia absoluta de luna no permitía verle, a pesar del Swarovsky. Con toda la confianza renovada en la luz de led rojo, tras matar el "guarro del beso" apreté el pulsador...


Coño, no veía !! La linterna me fallaba, con el guaro en plaza !!


Pocas veces me había fallado la Ledwave, tan sólo hace unos años con la "guarra de la discoteca", pero es que a veces había que recargar las pilas... Esta vez era distinto, el led no parpadeaba, como cuando le falta batería, sino que lucía "poco", apenas quince metros... Era la segunda espera seguida que me pasaba eso. Por el visor no veía más que sus ojitos brillar, casi no distinguía la silueta, si acaso un poco el lomo. Tocaba el cable de la linterna, pero no cambiaba. Y el guarro allí, bebiendo... y yo sin luz...


Pero lo perfecto es enemigo de lo bueno. Tenía que tomar la decisión. Así que con esa "chispa" de luz, centré la cruz en sus ojos brillantes, monté el pelo y calculé por el lomo donde tendría el codillo "alto", ahí donde los guarros casi juntan corazón, pulmones y columna...


BOUMM...


Al tiro, el guarro salió corriendo por donde había entrado, para luego describir una semicircunferencia hacia el perdedero del norte... Esa semicircunferencia no es la primera vez que la veo, la última vez hacía unos pocos días, con el Guarro del beso. Rompía monte hasta que dejé de oirlo a escasos metros, me daba la sensación que... en fin, ya veremos... otra vez a pasar el examen de nervios!


Llegó mi socio pasado un rato largo, a él le había entrado una piara y al no sentir más y escuchar el tiro se vino rápido a buscarme a ver que había liado esta vez...  Además, andábamos bajo cero, por lo que cualquier escusa ya era casi buena, después de cinco horas al raso...


Se acercó él a la charca a mirar si había sangre detrás de la misma, donde le dije que le había tirado, mientras yo metía los archiperres en el coche. Me extraño cuando me dijo que no veía sangre... Así que cogí mi linterna blanca y pasito a pasito, con mis muletas, me acerqué a buscar yo también


Efectivamente, ni sangre ni arrancada!! que raro.. El hacía círculos por detrás de la charca buscando sangre, mientras yo con el zoom de la linterna procuraba mirar más en detalle. Pero no veíamos nada. Llevábamos ya un rato largo sin ver nada, pero estaba tan seguro de que había encajado el tiro que me costaba creer que no le hubiese alcanzado.


Entre mis muchos defectos, tengo el de no coger bien las referencias en la caza, lo que supone sorpresas durante su ejercicio: desde no encontrar las reses hasta encontrarte el guarro de pié a mitad de camino de donde iba a pistearlo. Conocedor de esa carencia, decidir mirar desde donde estaba hacia donde había estado sentado "por si acaso". Así fué como, haciendo la línea recta con la linterna, descubrí en el borde opuesto de la baña, que tendrá entre dos y tres metros de diámetro, una gran mancha oscura sobre el cemento. Acercándome un poco más y centrando la linterna descubrí un impacto de sangre de unos 30 centímetros de diámetro... La sonrisa se me dibujó en la cara mientras susurraba: 

- Aquí!!

No fué dificil seguir el rastro con esa maravillosa linternilla de led blanco, que se ha convertido en herramienta indispensable en mi macuto para pistear por la noche. Normalmente no pistearìa de noche, y menos con muletas como iba, pero los manchones de sangre eran tan grandes que, junto con los ruidos escullados tras el tiro, sospechaba que no tardaríamos en encontrarlo muerto. así fue, a no más de cuarenta metros, yacía un machete que, con hechuras de macareno, resultó apenas ser un guarrillo de cincuenta kilos.




El gran... machito. El tiro, bien colocado,
  lo tenía por el otro lado, no salió

Varias conclusiones saqué de esta espera. La primera, como no, la primera tablilla (aunque chiquitaja) de este coto. La segunda, a veces las hechuras hay que contrastarlas con las referencias y ser más racional antes del tiro. Tercera: me compré otra linterna de led rojo para que, si me falla una linterna roja tenga otra en alternativa, tal es mi confianza en que los guarros no se mueven con la luz roja si la manejas adecuadamente. Y cuarta: además del frontal, esa linternita blanca es la segunda vez que me permite seguir sangre por la noche, que buena es!, fijaros que la foto del guarro está hecha no con flash sino con la linterna blanca. Hay un último punto: el segundo guarro seguido que pisteo, es cierto que con las Norma punta de plástico andan poquito, pero es cierto también que pocas veces me han caido sobre sus pies... Las pongo en observación severa...


En cualquier caso, tres visitas hasta que pegué con el sitio y aire adecuados, lo que engrandece el lance, aunque el resultado sea EL GRAN... MACHITO



Una tablilla de un machete que me costó tres
viajes y cuyo comportamiento le salió caro