ESTRENO EN EL MAIZAL

9 de Octubre de 2016

Domingo por la tarde y España jugaba un partido clasificatorio para el mundial...


Es que ni me preocupé, Gonzalo quería ir de espera al coto nuevo que habíamos cogido e intentar tirar a un guarro con el monotiro, también nuevo... anda, que me faltó tiempo para decirle que sí !!!

Curioso el sitio, muy similar a otro que cogí en la misma provincia, donde la presencia de un río marca el deambular de los cochinos por sus márgenes, escondiéndose en sus zarzas y cañas, hoy aquí y mañana allí,  dificultando, o mejor dicho imposibilitando, que los señores de las sombras fijen claramente sus querencias, a pesar de que siempre hay preferencias...

Echales maíz, me comentaba el enterado que siempre aparece... Pérdida de tiempo asegurada, al encontrarse las márgenes del río sembradas de unas cuantas decenas de hectáreas de maizales...

A los pasos de entrada al maizal, cuando está alto, o a esperar que asomen la gaita cuando los cortan, cuando todavía buscan las mazorcas y no son conscientes de la "llanura" que ha dejado el hombre con sus máquinas. La opción de aquerenciarlos con alguna "chuche" tengo pendiente probarla y la "opción" de ponerles un poco de "colonia" se vuelve inviable ante la proximidad de un curso permanente de agua que, para más INRI, es visitado casi a diario por los vigilantes correspondientes...

La huella clara de un mapache.
Malditos inconscientes...
Y es que en este curso se están gastando una pasta en evitar una plaga urbanita que está amenazando el ecosistema del río. Y digo urbanita por que son los urbanitas, los típicos idiotas de ciudad, que además de ignorantes por no saber lo que hacen, resultan temerarios e inconscientes por no saber las consecuencias de sus actos. Algún(os) imbéciles decidieron soltar sus mascotas, mapaches, cuando se dieron cuenta que lo que habían comprado, tan mono cuando era pequeñito, no era sino un animal salvaje no domesticable y al que no se podían llevar al apartamento de la playa en verano, por mucho que los dibujos animados los pinten tan "monos"....


Los críos crecen y quiso la casualidad que coincidiera mi primera espera en este coto con la culminación de una operación de cambio de "herramienta", en la que había vendido la escopetilla del .410 que le cayó por primera Comunión al mayor de mis chicos y comprado para sustituirla un BA13 Take Down, del 308, de cuyo calibre tantas maravillas había oído contar para esperas... y para no esperas, anhelando así que el mayor se reenganche a la caza y a las esperas, donde tanto le echo de menos. Era un juguete que por su reducido cañón estaba pensado para que pudieramos usarlo desde el blind, que casualmente se convierte en herramienta casi imprescindible en ese nuevo sitio.
  
Total que puesto, ahí donde las fotos, un par de ocasiones seguidas tuve la oportunidad de oirles entrar rompiendo las cañas, unas veces careando y otras a franco trote cochinero interrumpido súbitamente por lo que sin duda fué un rebufo del aire. Y es que aquí, también, la orografía lleva a que el aire se mueva en continuos remolinos que, cuando menos te lo esperas, te amargan la espera.

Todavía estaban los maizales altos y, cuando se colaba algún cochino en los pasos, comenzaba la sonata de pasos y ramas que te tenía en vilo pendiente de hacia donde pondrían proa los cochinos, en ese mar de vegetación, o si de repente se abriría el maizal delante tuya para resultar atropellado por un cochino, tal locomotora peluda del AVE.

Decían los socios que el momento bueno era al día siguiente de segar los maizales, momento en que los cochinos todavía no le habían perdido el miedo y salían a carear igual que cuando las plantas medías tres metros. Y ese día llegó justo el día antes del partido de España... y la solicitud de Gonzalo casi resultaba un salvoconducto conyugal. 

Llegamos al coto un poquito antes de la hora convenida y dimos una pequeña vuelta a ver como habían quedado los maizales después de ser cosechados. La verdad es que da un aspecto de desolación ver una zona en la que hace menos de 24 horas no eras capaz casi de entrar andando, convertida en un campo de fútbol de amarillo césped... Esa noche no llegábamos a media luna, pero seguro que no iban a hacer falta los infrarrojos a la que asomase un perfil negro por allí.

Uno de los que venía por la noche había estado durante la siega, cobrándose un guarrete de los tres que desconocían que tocaba que el hombre rompiera ese hábitat temporal, que él mismo había generado, y allí se habían encamado. Picado como estaba, el individuo repitió la noche siguiente a ver si repetía también en suerte, encargándonos entre los dos de cubrir la veintena de hectáreas de un maizal, mientras un tercer socio cubría la retirada por otro maizal aledaño más pequeño y también segado el día anterior. He de agradecerle a este tercer socio la gentileza de cederme la postura donde finalmente me instalé, pues venía él con ganas de hacer guardia allí.


 
Visión parcial del puesto de día y de noche, en plenilunio

Nos habíamos distraído con la aparición en el último momento del agricultor de los maizales y casi se nos hizo tarde... acelerando un poco por el camino, mi compañero de maizal se enrocó antes que yo, y digo bien que se enrocó pues se puso detrás de una piedra grande ubicada en el borde del maizal, donde resultaba imposible que le alcanzara de un disparo por muy mala baba que pusiera en el empeño. Afortunadamente debo decir... y vicebersa, pues quedábamos ambos bien protegidos uno de otro y con las líneas de tiro ambas en el mismo sentido.

Así, por fin llegué con mi hijo y Cartucho a la posición desde donde observaríamos el maizal, elevada unos tres o cuatro metros sobre el mismo, con unas zarzas a mis pies y la linde del maizal a escasos cinco metros. De frente, el maizal tomaba el cariz de polideportivo, llano por completo y limpio de hierba alguna, a excepción de un bello peral que luce en mitad del mismo, que estaba a poco más de cien metros míos. Corría una valla mal cerrada y con numerosísimas gateras que hacían una diagonal de izquierda a derecha, desde más allá de 200 metros hasta los algo menos de 100 que había a mi derecha. Ahí, en ese balcón, pusimos mi hijo y yo nuestras sillas a la sombra de un olmo que nos protegiera de la luna y con el aire de cara, sabedores que allí eso cambia cada breves segundos, mientras manteníamos a Cartucho dentro del coche para que los mosquitos no se cebaran con él y evitar los problemas de leshmania.

Saqué el juguetito nuevo mientras el chaval terminaba de prepararse para aguantar el fresco, saque los prismáticos nocturnos pues ya era casi de noche, levanté la cara y observé hacia la parte más alejada, operación que realizo habitualmente para ajustar las dioptrías... Pero esta vez era distinto, la vista no me había engañado, al levantar la cabeza hacia allí, al fondo, había observado cuatro bultos negros sobre el amarillento fondo del maizal... Ya tenía los guarros dentro!! Temerosos todavía de salir al claro, deambulaban despacio por el borde, por lo que me dio tiempo a preparar la sorpresa.
 
Sopesando el "juguete"
Cuando Gonzalo terminó, pasado unos breves segundos, de acicalarse, le pasé los prismáticos diciéndole algo así como... mira a ver si ves algo pegado a las cañas del río, que es por donde suelen moverse... No tardó un minuto en aparecer su sonrisa debajo de los binoculares... 

- Papa!!!
- Schsssss !!!
- Hay guarros!!!
- Ya lo sé... cuéntalos...
- Cinco !!
- Cinco? A ver... pues es verdad! 
Había aparecido otro más, yo había visto cuatro.
- Tírales !!!
- No, son primalones, si entran hasta aquí les tiramos para estrenar el rifle, pero déjales que pueden cumplirle al del al lado.

Más de media hora anduvieron los cochinos trasteando por el maizal, comía, corrían, salían, entraban... finalmente pusieron rumbo al peral. Anduvieron allí un rato jugando hasta que súbitamente pusieron rumbo directo, a trote cochinero, hacia la posición que ocupábamos... No me lo podía creer, de todo el maizal que había, los cochinetes se nos iban a echar encima... Que queréis que diga de Gonzalo... parecía la estatua de Colón señalando con el dedo...

Viendo que efectivamente se iban a poner a tiro, preparé la vara y monté el perrillo del rifle. por las distancia a cubrir, esta vez había montado la T20 y esperaba que cumpliera como siempre hizo la Ledwave. Encaré y empezé a intentar meterles en el visor, lo que me costó un poco por ser la primera vez que usaba el rifle. Pero, finalmente, allí estaban...

Cuando estaban a unos 40 metros encendí el punto del visor, centré la atención en uno de los múltiples primalones, descartando los "grandes" por seguridad de que se trataban de las madres, y siguiéndole, esperé a que pararan, pues avanzaban haciendo el "acordeón" parada-avance-parada... Lo tenía casi de frente pero en esta ocasión me daba un poco igual, no era trofeo, tenía el perro conmigo y era calibre y bala nuevos a estrenar... "vamos a ver de que es capaz esto"- pensé. Y encendiendo la linterna, apreté suavemente el disparador apuntando un poco a la derecha de su oreja izquierda, buscando entrar por el pulmón izquierdo y salir empanzado por la derecha, al encontrarme un tanto elevado.

El "trueno" estalló en la noche y la piara rompió en carreras a diestro y siniestro, pero tenía el rifle bien agarrado y ví caer al marranete. Recargué rápidamente sorprendiéndome la rapidez de la maniobra para ser la primera vez que disparaba el monotiro y continué mirando el cuerpo mientras Gonzalo se regodeaba de la espantada generalizada, alumbrada por mi compañero de maizal, que terminó disparando a otro cochino.
  
El segundo cochinete, que nos encontró 
Cartucho cuando íbamos por el maizal hacia el río
Besos, abrazos, signos de la Victoria, ritual típico de padre e hijo cuando andamos juntos en un puesto. Acabábamos de estrenar coto, puesto y rifle y todo resultaba entretenido, pues anduvimos más de media hora liados con el lance.

Celebrábamos el divertido comienzo iluminados de frente por una preciosa luna llena. Me pidió Gonzalo los binoculares  nocturnos y andaba el chaval dristraído con ellos observando el maizal... hacía casi una hora que habíamos tumbado el guarrete, que yacía casi frente a nosotros a unos cuarenta metros cuando comenta...

- Papá, el guarro se mueve...
- ¿Qué?
Le quité los binoculares y observé al guarro, que yacía tendido allá donde había caído.
- Anda tío, mira bien que sigue en el mismo sitio.
- Papá, te juro que se ha movido.
- Vale, vale. Dije devolviéndole los binoculares.

No pasarían más de tres o cuatro minutos cuando dijo Gonzalo.

-Papá el guarro se ha vuelto a mover

Esta vez me pasó el los binoculares y mire rápido, para encontrarme al guarro tumbado de nuevo. Pero Gonzalo ya va cogiendo experiencia como para saber de lo que habla, por lo que esta vez cogí una referencia exacta de donde el guarro estaba tumbado y, mientras le devolvía los nocturnos a Gonzalo le dije:

- Yo lo sigo viendo tumbado, hijo...

Ni un minuto pasó cuando Gonzalo, casi saltando en la silla, volvió a decir en voz tan baja como excitada:
- Papá, se mueve!!!!
Rápidamente cogí los binoculares para volver a encontrármelo tumbado... pero esta vez me dí cuenta que se encontraba un par de metros más allá de donde había cogido la última referencia, sin duda se había movido. Así pues, mantuve la vista puesta en él para, pasados unos segundos, ver con ojos incredulos como aquel marranete incorporaba sus cuartos delanteros intentando moverse sobre los mismos.
Le pasé los bino a Gonzalo mientras le decía: 
- vigílalo por si echa a corer
le escribí un rápido mensaje al compañero comentándole que iba a hacer un tiro de remate, para que no se asustara y agarré la nueva herramienta alimentando mis pensamientos de dudas entre el rifle, el calibre y el tipo de bala seleccionada... todos nuevos y el "indio" que no quiso afinar el tiro confiado en su nuevo calibre..
Agarré el rifle, apunte al centro de la "caja" y le mandé un pildorazo de 180 grains, que terminó por tumbarlo "de nuevo".

Con cara de asombro andábamos todavía cuando no mucho más tarde tronó a la izquierda el rifle de nuestro compañero. Mientras yo batía el maizal con la luz roja, Gonzalo revisaba el mismo con los nocturnos, a la espera de descubrir alguna sombra que corriera hacia nosotros, sin éxito ante tal objetivo.

La afición de los chavales a las esperas se consigue renunciando a muchas horas de disfrute personal así, trás ese tiro, decidí cederle el juguete a Gonzalo y disfrutar yo de la observación nocturna sin más apoyo adicional que la luna llena... La sonrisa que puso cuando se lo dije pasó a esa cara "seria" que pone él cuando pasa a modo "cazador".

No pasarían 20 minutos cuando, por el mismo sitio que la primera vez, vi aparecer una piarilla.
- Gonzalo, ahí los tienes, espera que cumplan que están muy lejos
Pero estaba Gonzalo como para aguantar.... apoyó el juguete en la vara lanzando un regalo que en mi opinión, no hizo otra cosa que ponerles pies en polvorosa. Aunque Gonzalo sigue pensando que era un guarro que chascañeteaba los dientes en los juncos cuando fuimos al final a revisar el tiro, guarro que no pisteamos por el peligro que suponía, a pesar de ir Cartucho con nosotros, y que al día siguiente no pudimos encontrar.

Pensábamos en empezar a recorger, para llegar cenar a casa, cuando un tercer grupo apareció de nuevo por el mismo sitio. Esta vez tenía yo el arma y decidimos esperar a ver como evolucionaban.

No tardaría diez minutos en poner rumbo al peral y, al tan atrayente trote cochinero, acercarse hasta nosotros un poco a la izquierda. El mal sabor de boca del guarro anterior me llevó a apuntar, más fino esta vez, al codillo de otro de los primalones que acompañaban a una gran guarra.

Tanto quise afinar que casi se me meten por la izquierda cuando, finalmente, se rompió el silencio de la noche. Al tiro hubo desbandada del grupo viniendo, varios de ellos, a refugiarse en las zarzas que teníamos a nuestros pies y, aúnque no había visto caer en el sitio al marrano, estaba seguro de haber apuntado en condiciones, por lo que no quise hacer carne con los que andaban a nuestros pies, que tampoco tardaron mucho en seguir camino al sentir nuestros movimientos.

Andaba yo todavía ayudado de las muletas, por la segunda operación, cuando empezamos a acercanos al primer cochinete abatido con cartuchete tirando de la correa. Al fondo del maizal, veíamos la luz de nuestro compañero pisteando algo, tal como habíamos hablado por teléfono un momento antes.

Ya llegó nuestro compañero hasta el primer guarrete, donde andábamos animando a Cartucho para que mordiera, cuando nos dijo que un guarro que había tirado le castañeteaba los dientes en el río... Gonzalo y yo nos miramos furtivamente sin decir nada al respecto. Mientras, por más que barría la zona con la linterna, no veía el bulto del segundo guarro tumbado en el maizal, que debía haber quedado más a nuestra izquierda...

Decidimos acercarnos al río a ver que pasaba con el castañeteo... Así, iba nuestro compañero delante con el rifle, Gonzalo agarrando la correa con Cartucho en el otro extremo y yo, al final, sorteando como podía los surcos del maizal a base de muletas y pierna rota. Debíamos haber andado unos veinte o treinta metros cuando un golpe de aire del noroeste causo una reacción en Cartucho...

Levantó el rabo tieso como una antena, giró noventa grados a la izquierda y levantó la trufa al aire... Gonzalo seguía andando cuando el perro se arrancó al trote hacia la izquierda... tirando con insistencia. Gonzalo me dijo, Papá llama al perro que se va hacia allí...Una decena de metros trás el, apoyado en las muletas me fijé en ese rabo tieso como un misil que ya le había visto cuando alguna vez le habñía hecho un rastro... 

- Gonzalo, déjale a ver que pasa... dije sin tener muy claro lo que le pasaba al perro, pues pocas peces tocó "pelo" debido a mis operaciones...

Gonzalo empezó a andar detrás del perro que cada vez empezó a tirar con más fuerza de la correa... Tras una treintena de metros, el perro ya intentaba corer, casi ahogándose con el collar y poco después empezó a ladrar insistentemente...

A unos cincuenta metros Gonzalo gritó: Papá aquí hay un guarro!!!
No me lo podía creer, Cartucho había dado con su primer guarro, el segundo al que habíamos tirado.

Podría seguir alargando más detalles de la noche, pero tampoco quiero que mi poco estilo literario aburra en demasía al posible lector.

Que buena noche pasé con mi hijo, en donde a base de no mucho frío y una luna llena que quitaba el sentido tuve la suerte de estrenar coto, rifle y perro por partida doble. Que buen juego da esa playita en donde desembarcan los guarros "por docenas"... 

¿Y España? España ganó y nos clasificamos para el mundial de Rusia..

LA GUARRA DE LA SUERTE

21 de Febrero de 2016

UNA CUESTION DE SUERTE (Fozzie)



Ir de montería con Gonzalo (Fozzie 4) era siempre sinónimo de buena suerte, metía la mano en los sobres y… traviesa, hacer cupo, lances preciosos con remates a cuchillo incluido, todo un lujo vamos…

Cuando estuvo un poco más “entero” Gonzalo empezó a ir de esperas. Como todos, las primeras son esperas perdidas. Que si juego con la “play”, que si paso las páginas del “Diario de Greg” haciendo todo el ruido que puedo, que si ahora pi-pi, que si ahora una patadita a la piedra del suelo, con coscorrón incluido (y es que los pobres, a pesar de la ilusión, se aburren…). Ni si quiera la técnica paterna de irte a puestos bastante alejados (60-80 metros) y embutir al niño en el blind daban resultados con Fozzie 4…

Tan sólo una vez, hace ya unos años, entro una piarilla y va su padre y falla!!!!


Pero Gonzalo insistía en acompañar a su padre cuanto podía, aunque parece que su padre aprovechaba para ver guarros sólo cuando no iba él y no digamos matar...


Este año Fozzie 4 acompañó a su padre en todas las esperas que pudo de primavera y verano, hasta que a finales de verano tuvo que ayudar a sacar a su padre del tentadero, tras la cogida que sufrió en la capea a la que él le había pedido que le llevase, la otra gran afición de Gonzalo. ¡Adiós a la temporada de caza!


FOZZIE 4 con 10 años


Cuando casi a finales de Enero, los amigos empezaron a llevar al padre de espera, el desánimo y el frío empezaron a hacer mella en Gonzalo, quién prefería quedarse a jugar con su equipo de rugby y luego dormir calentito…


Pero el padre, el primer día que va, mata un guarrete para que se estrene Cartucho. A Fozzie 4 le asaltan las dudas que llevaba mascullando hace tiempo… ¿le daré mala suerte?.


La siguiente vez que va, de nuevo sin él, va y mata un guarro bastante grande. Ya no hay duda y así se lo expresa a su padre cuando recibe el Whatsapp: “Papa, soy yo que te doy mala suerte”. Ahí saltaron las alarmas!!!


En las esperas de verano de ese año su padre había notado un claro cambio en el comportamiento de Fozzie 4 en el puesto, ya de esperista de verdad, y estaba dispuesto a demostrárselo. Pero el tercer guarro muerto en menos de un mes hizo que Gonzalo, mirando a la cara a su padre, le dijera: “Lo ves papá, soy yo que te doy mala suerte cuando voy”.


La decisión estaba tomada. Quedaba el último fin de semana de la temporada y las cosas debían quedar claras… NOS LA JUGAMOS!!



EL HIJO (Fozzie 4)


Aquel día 20/2/16 , sábado, me desperté , cualquiera diría que era un día normal , en el que por la tarde me iba a ir de espera , pero eso no fue así , empecé el día desayunando, luego estudié, y entre mi padre, su socio y yo hacíamos chistes sobre quien mataría esa noche. A las 17:30, aproximadamente ya estábamos puestos, mi perro, metido en la bolsa de mi padre, mi padre con todo listo, hoy llevaba él mi arma habitual, y yo, también con todo listo, pero hoy con el arma de mi hermano que no había podido venir.




Días antes , nuestro socio ya había visto 40 guarros , que le entraron desde las 18:30 aproximadamente, por eso nos pusimos a esa hora, a las 19:00 aproximadamente ya se había hecho de noche , y yo debido a la hora que era ya pensé que esa noche no pasaría nada tampoco.


Durante toda la noche habíamos estado escuchando pasos, y a las 18:15 aproximadamente había escuchado pasos que se acercaron mucho, le avisé a mi padre, pero a los diez segundos no se le ocurrió otra cosa que hacer mucho ruido, en ese momento fue cuando me di por vencido, era muy pronto, pero debido a que ya había pasado la hora prevista, decidí intentar dormirme, no aguantaba mucho tiempo dormido, debido a que cada minuto escuchaba pisadas , pero ese día había mucho viento , así que muchas veces me confundía así que empecé a pasar un poco de los ruidos.


Pero a las 20:31-32 escuché ruidos muy cerca y enseguida miré al sitio de donde provenían, rápidamente avisé a mi padre y él, que llevaba un rato viendo entrar a los jabalíes, me señalo el lugar en el que estaban, en cuanto estiró el brazo yo no sabía porque lo hacía, pero en cuanto miré les vi, los dos primeros segundos no sabía lo que pasaba, pero en cuanto me di cuenta me puse muy nervioso, no me lo podía creer, el corazón se me iba a salir por la boca, mi padre empezó a susurrarme cosas como: recuerda quitar el seguro, no hagas mucho ruido, etc  , pero como estaba tan nervioso no escuché nada, mientras yo no le escuchaba me dijo: espera un poco que al final hay uno más grande, pero con los nervios ni me enteré.


Fui muy poco paciente y apunté al primero en cuanto se paró, pero con los nervios apreté 10 veces el pulsador de la linterna, haciendo que la linterna se encendiese y apagase 10 veces, hasta que la miré para ver por qué se encendía y se apagaba, y le di bien, pero al llegar al seguro me pasó lo mismo más o menos, apreté 10 veces delante del gatillo cuando resulta que estaba atrás, hasta que mire, y le di bien, apunté, me pareció que el guarro me miró a la cara, puse el dedo en el gatillo y…




EL PADRE (Fozzie)


Lo venía comentando con mi socio las últimas semanas. Gonzalo pensaba que me daba mala suerte y se estaba desanimando con las esperas. Tenía que solucionarlo y rápido, pero los cochinetes no dejaban de entrarme… vaya SUERTE al final de temporada…


La semana anterior habíamos probado unas charcas nuevas, en que nos dejaron ponernos después de que algún chorizo nos aliviase el problema de tener que reponer maíz en nuestros comederos… En una de ellas a mi compañero le habían entrado 40 guarros la misma noche, de los que se quedó con uno que ha dado una tabla más que decente. Pensamos que de todos los que entraron, antes de hacer chicha, alguno repetiría casi seguro, así que LA SUERTE ESTABA ECHADA allí se iba Gonzalo.


Ultimo fin de semana de la temporada, esta temporada que me he pasado en la cama, y coincidía con luna llena. No podíamos hacerlo de otra manera. Nos fuimos todo el fín de semana, Gonzalo nos acompañaría pero tenía exámenes a la semana siguiente y decidió que se quedaba a estudiar en la Casa Rural y que sólo iría de espera el sábado, cualquiera le decía que no estudiase pero… NOS JUGABAMOS TODO A UNA CARTA.



El puesto es un barbecho, al que entran por todos sitios, que tiene una charca-baña de arcilla, llena como medio metro de agua, cerca de una chaparra. Todo alrededor son chaparras de unos tres-cuatro metros de altas inmersas en un pinar en el que este puesto supone una isla.


Los guarros le empezaron a entrar a mi compañero casi desde que se sentó, por lo que teníamos bastantes esperanzas que pudiera tirarlos de día, mejorando las opciones de acierto y simplificando el tema de encender linterna, etc… El aire nos las prometía felices con un viento algo más que suave y cruzado desde la izquierda aunque enseguida se puso revolcón, por lo que me tenía en una situación inquieta, a ver si íbamos a dar al traste con la jugada.


Nos pusimos a unos treinta-cuarenta metros de la charca, lo más pegados al monte que pudimos, con buena visión y un poco girados por si también nos entraban desde atrás. Iba a ser una noche fresquita, por lo que metimos a Cartucho dentro de mi bolsa, con  hueco para que sacase la cabeza si quería, eso le daría calorcito y evitaría movimiento, pues la bolsa andaba demasiado a la vista en el barbecho.


Nos preparamos y nos pusimos en “modo silencio”, bien aguantado por Gonzalo y Cartucho, que yo creo que ambos van apuntando a ser buenos aguardistas. No sería más de las cinco y media, si se cumplían las previsiones en un rato teníamos el primer guarrete en plaza.


Al rato empezó a moverse el monte alrededor del barbecho, pero frente a lo pasado la semana anterior, ninguno se movía a la vista, todo ocurría bajo la protección de las chaparras tras las que sólo podíamos adivinar el desplazamiento de los guarros cada no demasiado tiempo. A veces era claro el paso de piaras, a veces sentíamos la pisada solitaria sobre la ojarasca.


Me llamaron la atención dos sonidos. Uno, por la orilla contraria a donde estábamos, en la que un solo animal iba avanzando despacio hacia la charca, se le oía muy claramente a unos veinticinco metros de nosotros y algo debía atufar pues, con el aire proveniente desde allí, Cartucho saco la cabeza de la bolsa venteándose con el aire siempre en el sentido del ruido. Por un momento pensé que ladraría y nos daría al traste con la apuesta. El guarro llegó a la esquina de los chaparros y se paró. Verás, pensé, a que todavía mata uno grande… Pero el animal empezó a alejarse y no dio la cara. El segundo, una piara que nos pasó al lado, entrando desde atrás, que pensé que nos iban a pisar, pero finalmente avanzaron tapados por las chaparras y no rompieron a la baña. Muy emocionante por la cantidad de ruidos, pero no rompían…


No me puedo creer que no le vayan a entrar los guarros, pensaba… Las siete, se hizo de noche y mis temores crecían, ¡Joé, que mala SUERTE!


El monte y el viento parecía que con la despedida de Lorenzo habían decidido callarse y su novia Catalina empezó a lucir esplendorosa, de esas noches que da sombra, hasta el punto que tapé mi arma con la manta para evitar el reflejo, pues yo me había colocado en la parte más alejada de las chaparras, pensando en que haría menos ruido y menos movimiento. Aunque reconozco que esa noche mi pequeño esperista supo aguardar más tranquilo y reposado que su padre que, cada vez que oía una pisada, intentaba empujar los guarros al claro aunque fuera con la mirada.


Me pilló casi por sorpresa, se pasó del silencio a la avalancha, sentí mucho ruido de golpe, hasta el punto que pensé que era Gonzalo pisando la hojarasca (supongo que cuestión de los Peltor que los tenía más altos de lo normal para intentar avisar a mi hijo con el mayor tiempo posible). El caso es que sentir el ruido y parecerme ver una sombra en el barbecho casi fue todo uno.


Enseguida me eché los binoculares nocturnos a la cara para, con una sonrisa en la cara, identificar un par de primalones que avanzaban lentos hacia la baña. Pensé: ahí tienes tu oportunidad Gonzalo!


Cuando iba a confirmárselo, vi un tercero, y un cuarto, y un quinto!! Gonzalo ya notaba las sombras e hizo la seña convenida, al notar su ligero toque le señale donde estaban y sin dejar de observarles con los binoculares por si con algún movimiento nuestro daban una carrerita, empecé a hablarle a Gonzalo lo más calmado que pude:
   - Gonzalo, ahí los tienes, vas a tirar.
   - Ahora tranquilo, búscalos con el visor, cuando lo veas quita el seguro y entonces enciende la luz.
   - Apunta bien, tranquilo, hay tiempo, son cinco…

Pero él ya iba a lo suyo, como una magdalena, sentía como ponía sus manitas en el rifle y buscaba desesperadamente botones de todo tipo…

   - Tranquilo, tranquilo… Le susurraba yo con la voz jadeante por mis nervios


En ese momento vi la entrada de un sexto guarro. La guarra era la quinta, por el tamaño, y ya le había aleccionado para que no la tirara si entraba una piara, pero éste era distinto, no más grande que la guarra, pero culo escurrido y después de que entraran los demás… empecé a susúrrale a Gonzalo…

   - Gonzalo el de la derecha, el de la derecha que parece macho…


Sentí la luz que parpadeaba varias veces, le estaba dando al pulsador en vez del interruptor y su falta de experiencia le estaba jugando una mala pasada… A cada fogonazo veía que los dos primeros guarretes estaban más en alto, por delante de la charca, se veían mejor, mientras los últimos y el supuesto machete estaban más bajos, en el borde, bebiendo tranquilamente.

La luz se había encendido definitivamente.


Yo no paraba de decir, apunta bien, el seguro, al de la derecha… repitiéndolo un par de veces. Iba a repetirlo la tercera cuando…



EL NOVIAZGO (Fozzie 4)

…PUUUUM


A las 20:33 ya estaba muerta, y yo no sabía como reaccionar, vi como todos los guarros salían corriendo, excepto una, vi como salía polvo de su lomo, y como mientras todos los de su alrededor corrían ella caía en el sitio, como seguía estando súper nervioso me costó otra vez apagar la luz bastante, y el seguro no lo puse hasta cinco segundos después, debido a que de los nervios se me olvido, en cuanto ya había hecho todo miré a mi padre , y me dijo: felicidades , pero ¿le has visto caer?, yo le respondí que si, y le dije lo que había visto, mi padre escribió a todo el mundo lo que había pasado con la frase: VIVA EL NOVIO!!.


El primero: nuestro socio, mientras que mi padre me cogía el arma le llegaron muchísimos mensajes dirigidos a mí, felicitándome, como no podíamos hablar por que quedaba mucha noche, paro no hacer ruido, agitábamos los brazos un poco y moviendo los labios decíamos : vamos, mi padre susurrándome me dijo : ahora mismo soy la persona más feliz del mundo , y yo le dije que si , por qué como  yo seguía súper nervioso , aunque estaba súper contento estaba más nervioso.



A las 23:00 el socio vino a recogernos, y nos dijo que le esperásemos para que su perro también pudiese buscarla, y así lo hicimos, y mi padre, por haberme hecho novio  decidió hacer el “ritual” de entrada al mundo de los cazadores .

A esto he de aportar 4 cosas :

1: Mi padre nunca había matado conmigo en una espera.
2: Ese mes tanto mi padre como su socio habían matado , y yo no.
3: Era la primera vez que disparaba a un guarro.
4: La bala hizo una cosa muy extraña, y rebotó con una piedra o algo del estilo , y 2 o 3 días después descubrí que había matado 2.



COROLARIO (Fozzie)


Tenía todos a la vista cuando me sorprendió el tiro y que rabia me dio cuando vi que el macho daba unos pasitos hacia atrás, giraba y salía como alma que lleva el diablo, seguido de todos los demás… todos? NO!!!! El guarro de la izquierda, el que entró el primero, el que mejor se veía porque estaba fuera de la charca, caía en el sitio dando poco más que cuatro patadas como último extertor de su vida. Había matado!!!

Viva el novio!!! Que abrazo le dí!!!

Por fin, a la mierda la mala suerte!!!


Estaba él, y creo que yo también, tiritando por los nervios del lance y no hacíamos nada más que hacernos señas en silencio en señal de victoria. Enseguida empecé a darle al whatsapp, empezando por nuestro socio, que por su proximidad había escuchado el tiro seguro. La familia, amigos, algunos foreros que cometieron algún día la imprudencia de conectar conmigo y hasta su profesor, a la sazón arquero y esperista también. Los pavos apenas parecían codornices al lado de lo hinchado que me encontraba!!!


Era pronto y todavía había posibilidad para mi socio o para mí de rematar está maravillosa tarde-noche, que finalmente quedó como estaba. A excepción que Gonzalo, tras pringarle la cara la sangre de su guarro, pasó a ser Fozzie-4 por pleno derecho.





Curioso, el tiro rompió las costillas altas y subió a la columna, reventando con la cavitación entre otras partes los lomos (a por los que íbamos). A los pocos días nos llamó el guarda de la finca vecina  por que al ver los buitres se había acercado encontrado muerto otro primalón, cerca de la charca, por donde salieron corriendo. Pero habían dado un ganchito cerca al día siguiente y a mí no me pareció que hubiera al tiro un guarro detrás del que vimos caer. Algún rebote?, Alguno que le pegó la bala tras pegar en la espina dorsal? En esa duda estamos, pero sin duda habría sido una cuestión de BUENA SUERTE !

PD. Unos días más tarde pudimos corroborar el doblete, encontrando los restos del segundo guarro a escasos metros metido en el monte, sin duda Gonzalo es un tío con buena suerte!!!



EL GRAN... MACHITO

2 de Febrero de 2016

Después de un buen lance, no se puede subestimar el siguiente ...

Hay momentos en que los lances parecen perder valor únicamente porque recientemente se nos ha dado bien con un buen trofeo ... Pero cuando se ha ido varias veces a la cita y aunque a veces el resultado no es lo que se espera, quedarse con un guarro de espera es siempre un éxito porque significa que has hecho las cosas bien. Las visitas fallidas anteriores te lo recuerdan ... y si, como yo, no le das mucho bombo al trofeo aunque por supuesto sin menospreciarlo, el lance se impone.

Había conseguido un buen guarrete recientemente, el Guarro del Beso, casi al mismo tiempo que algún zorro de dos patas había "limpiado" todos los comederos del coto. Nuestro arrendador nos permitió cazar el último mes de la temporada en su coto, colindante con el nuestros, que tiene una serie de charcas y bañas dispersas por el mismo.

Una de ellas, que llamamos "la del Refugio" debido a su proximidad a una de estas estructuras ubicada en mitad de un pinar, ya había pagado su tributo societario con una gran guarra.

Rota mi sequía de éxitos en la caza, que duró más de dieciocho meses, abatiendo un pequeño primalón con el fin de que Cartucho mordiera al fin un guarro mío, volví a ponerme en modo "selectivo" para ver si daba con algo de mérito.


 
El primalón de Cartucho. No le perdía ojo ni en mis brazos...

Por lo tanto, la semana siguiente al primalón decidí ponerme en la charca del Refugio que, como no la conocía de antes, tuve que revisar y echar un vistazo a las trochas de entrada y salida existentes. Había tres entradas claras: desde el este, desde el suroeste y del oeste, casi coincidiendo con tres caminos que concurren en dicha charca. Pero la fortuna quiso que ese día soplara aire del este y allí había que ponerse, muy cerca de la pista del oeste, con el aire de cara, a sólo 25 metros de la charca, cubriéndome apenas por detrás con una chaparra que tapara mi silueta un poco, y a poco más de tres metros de la trocha, que quedaba a mi derecha.


Sin saberlo, había calibrado erróneamente la brújula del reloj y resultó que la trocha del oeste realmente era del Noroeste, por lo que el aire fijo llegaba un poco cruzado de mi izquierda, lo suficiente para que al menos cuatro veces me sacaran los guarros a menos de diez metros detrás de mí, tras entrar francamente por la trocha, saludando como despedida a base de resoplidos que me dedicaban cortesmente... Mi situación postoperatoria me impedía moverme de forma independiente, por lo que no pude hacer nada para corregir el error de mi posición.

El jueves de la semana siguiente tuve la oportunidad de hacer con el Guarro del Beso, teniendo la oportunidad de repetir espera el fin de semana. El sábado repitió el aire del este, pero esta vez me coloqué en el camino que salía hacia el suroeste desde la charca,  a unos 50 metros,  comenzando a menguar mi querida Catalina esperaba que los guarros comenzaran a desfilar por la izquierda de la charca en su entrada hacia ella.

La charca del Refugio desde el SW

Que bonito poder observar el cielo infinito entre las ramas de los pinos que, en ausencia de luna, permite ver la aparición uno a uno de los puntos del estrellato. Me sentí sorprendido cuando, ya de noche y sin que hubiera aparecido la menguante, observé con los binoculares nocturnos los ojos de un zorro que se acercaban por la derecha directo a la charca, casi desde el camino principal, donde estuvo un buen rato bebiendo y dándome tiempo para disfrutar del raposo. Tras dos horas de oscuridad sentí claramente una guarra que, gruñendo todo el tiempo, pasó al trote por mi derecha y paralela al camino principal pasándome a no más de quince metros pero sin darme la oportunidad de distinguirla en la oscuridad.


Finalmente, empecé a sentir un ruido de pasos a mi derecha, acercándose hacia la charca. Me clavé los nocturnos a los ojos como si me fuera la vida en ello y empecé a observar tratando de identificar por donde venía, buscando sobretodo el camino que había seguido el zorro, trocha común de los ulteriores cochinos... No paraba de mirar la zona de la charca, a cinco decenas de metros de mí, mientras escuchaba ya literalmente los pasos enfrente. Debería estar ya en el agua y no veía nada!!. Los oídos me decían una cosa y los ojos otra, algo no cuadraba. Tomé la decisión de mirar a simple vista, sin los nocturnos, para salir de dudas. Tenía un guarro de unos setenta kilos parado delante de mi, a no más de quince metros, en línea recta con la charca !!!! Intenté encararme el rifle pero cerca y sin nada que me tapara, el guarro notó el movimiento brusco, fruto de la sorpresa y de los nervios, arrancándose al trote sin darme la menor opción de evaluar el trofeo y mucho menos de tirar, lo que se dice vulgarmente "dejarme con un palmo en las narices"...



Total, que ni los guarros entraron por donde la otra vez, ni la tecnología peltor-armasight se coordinaron, ni parece que los astros indicaran que esa noche tocara "gresca". Ya me parecía mucho haber cascado a dos seguidos, seguro que volvía a mi sequía pertinaz...

Pero el final de temporada se acercaba y repetí a mediados de la semana siguiente.. Estaba encelado con la charca y, por fin, el aire venía bueno, del oeste. Tocaba ponerse en el camino del SE...

La charca del Refugio desde el SE

Era la tercera vez que me ponía, esta charca me estaba enganchando, pues siempre veía pero siempre me la liaban. Esta vez, con el aire de cara de nuevo, si entraban como el primer día me entrarían de frente, si venía la cochina gruñona pasaría entre la charca y yo, el guarro del palmo de narices entraría por mi izquierda y todos sin cogerme el aire... a ver que pasa, pensé mientras me ponía en "modo silencio".


No estuvo muy animado el anochecer, aunque no hay nada que a un esperista le relaje más que los sonidos y movimientos del campo al oscurecer. Tórtolas, palomas y conejos parecen avisar al monte que es hora de cenar antes de encamarse y el cambio de temperatura, a la caída del sol, parece avisar que los grandes mamíferos están despertando de su descanso en lo más profundo del monte. Y los olores... ese regalo de la naturaleza que complementa nuestros instintos de acecho con el amor por el medio en que se desenvuelve la actividad.


Así, sin luna, la noche me tenía envuelto en mis pensamientos, aparentemente desconectado del medio pero con la vista y el oído acechando, mientras la cabeza vuela  y se va posando ahora en el trabajo, ahora en la familia, ahora en... yo que se cuantas cosas.

Pero el esperista, aunque esté dormido, incomprensiblemente siempre tiene el oído alerta...

click !!


Sonó una piedra y mis ojos empezarón a escudriñar en la noche, mientras mi mano tanteaba a oscuras por encima de la bolsa de esperas en busca de mi accesorio nocturno. Ya con los binoculares en los ojos, no me costó mucho encontrar al guarro que, solitario, deambulaba por los alrededores de la charca.


Tenía hechura de macho, con el culo caido, pero al pasar por delante de la charca vi que apenas llegaba a la altura del cemento, por lo que debería ser poco más que un primalón. Siempre es bueno tomar referencias para adivinar el tamaño del guarro, aunque no hay nada como la "primera impresión" para estar seguro de que el guarro que tienes delante es un bicho "serio". Claro que eso nunca es una ciencia exacta, por lo que tanto las referencias como la visión nocturna, en mi caso los binoculares, son parte de la ayuda que debe ayudarte a distinguir el visitante que tienes enfrente.


Con los nocturnos tuve la ocasión de disfrutar de las correrías del cochinete que remató bebiendo en la charca. Disfrutaba viéndole cuando repentinamente dió unos pasos rápidos y se salió de la charca. Conozco esos pasitos... algo le asustaba. Le vi arrancar hacia el sur, pararse de golpe tras quince metros para girar ciento ochenta grados y salir corriendo hacia el norte. Fué en esa carrera cuando le vi brillar los ojos...


Como sospechaba allí estaba, el guarro que antes de entrar provoca la estampida de los visitantes presentes, señal de que lo que entra avisa de su señorío. Con pecho ancho y culo escurrído, como los chulos de playa, como me gustan los guarros, allí andaba el visitante que seguramente esperaba.


Hasta que el cochinete no se escabuyó por el perdedero que esa charca tiene por el norte, no terminó de avanzar el guarro hacia la charca, observándola hasta entonces pegado al tronco de una chaparra que seguro le hacía sentirse protegido. La hecura de macho y su tamaño significativamente mayor que el anterior, me llevó a confirmar directamente lo que sospechaba. Así, en cuanto anduvo un poco le busqué el pincel con los binoculares, distinguiéndolo sin mucha dificultad.


Tenía claro que era un macho, aunque no se que había que no me cuadraba. Le vi rondar por la parte posterior de la charca y empezar a beber, La verdad es que no sabía como estaba el nivel de agua, pues no lo distinguía desde mi posición. Pero me sonaba a guarro tirable y decidir ir a por él.


Dejé los binoculares nocturnos, sin ruido, y me agarré al rifle intentando cuadrar el cochino en la cruceta, pero la ausencia absoluta de luna no permitía verle, a pesar del Swarovsky. Con toda la confianza renovada en la luz de led rojo, tras matar el "guarro del beso" apreté el pulsador...


Coño, no veía !! La linterna me fallaba, con el guaro en plaza !!


Pocas veces me había fallado la Ledwave, tan sólo hace unos años con la "guarra de la discoteca", pero es que a veces había que recargar las pilas... Esta vez era distinto, el led no parpadeaba, como cuando le falta batería, sino que lucía "poco", apenas quince metros... Era la segunda espera seguida que me pasaba eso. Por el visor no veía más que sus ojitos brillar, casi no distinguía la silueta, si acaso un poco el lomo. Tocaba el cable de la linterna, pero no cambiaba. Y el guarro allí, bebiendo... y yo sin luz...


Pero lo perfecto es enemigo de lo bueno. Tenía que tomar la decisión. Así que con esa "chispa" de luz, centré la cruz en sus ojos brillantes, monté el pelo y calculé por el lomo donde tendría el codillo "alto", ahí donde los guarros casi juntan corazón, pulmones y columna...


BOUMM...


Al tiro, el guarro salió corriendo por donde había entrado, para luego describir una semicircunferencia hacia el perdedero del norte... Esa semicircunferencia no es la primera vez que la veo, la última vez hacía unos pocos días, con el Guarro del beso. Rompía monte hasta que dejé de oirlo a escasos metros, me daba la sensación que... en fin, ya veremos... otra vez a pasar el examen de nervios!


Llegó mi socio pasado un rato largo, a él le había entrado una piara y al no sentir más y escuchar el tiro se vino rápido a buscarme a ver que había liado esta vez...  Además, andábamos bajo cero, por lo que cualquier escusa ya era casi buena, después de cinco horas al raso...


Se acercó él a la charca a mirar si había sangre detrás de la misma, donde le dije que le había tirado, mientras yo metía los archiperres en el coche. Me extraño cuando me dijo que no veía sangre... Así que cogí mi linterna blanca y pasito a pasito, con mis muletas, me acerqué a buscar yo también


Efectivamente, ni sangre ni arrancada!! que raro.. El hacía círculos por detrás de la charca buscando sangre, mientras yo con el zoom de la linterna procuraba mirar más en detalle. Pero no veíamos nada. Llevábamos ya un rato largo sin ver nada, pero estaba tan seguro de que había encajado el tiro que me costaba creer que no le hubiese alcanzado.


Entre mis muchos defectos, tengo el de no coger bien las referencias en la caza, lo que supone sorpresas durante su ejercicio: desde no encontrar las reses hasta encontrarte el guarro de pié a mitad de camino de donde iba a pistearlo. Conocedor de esa carencia, decidir mirar desde donde estaba hacia donde había estado sentado "por si acaso". Así fué como, haciendo la línea recta con la linterna, descubrí en el borde opuesto de la baña, que tendrá entre dos y tres metros de diámetro, una gran mancha oscura sobre el cemento. Acercándome un poco más y centrando la linterna descubrí un impacto de sangre de unos 30 centímetros de diámetro... La sonrisa se me dibujó en la cara mientras susurraba: 

- Aquí!!

No fué dificil seguir el rastro con esa maravillosa linternilla de led blanco, que se ha convertido en herramienta indispensable en mi macuto para pistear por la noche. Normalmente no pistearìa de noche, y menos con muletas como iba, pero los manchones de sangre eran tan grandes que, junto con los ruidos escullados tras el tiro, sospechaba que no tardaríamos en encontrarlo muerto. así fue, a no más de cuarenta metros, yacía un machete que, con hechuras de macareno, resultó apenas ser un guarrillo de cincuenta kilos.




El gran... machito. El tiro, bien colocado,
  lo tenía por el otro lado, no salió

Varias conclusiones saqué de esta espera. La primera, como no, la primera tablilla (aunque chiquitaja) de este coto. La segunda, a veces las hechuras hay que contrastarlas con las referencias y ser más racional antes del tiro. Tercera: me compré otra linterna de led rojo para que, si me falla una linterna roja tenga otra en alternativa, tal es mi confianza en que los guarros no se mueven con la luz roja si la manejas adecuadamente. Y cuarta: además del frontal, esa linternita blanca es la segunda vez que me permite seguir sangre por la noche, que buena es!, fijaros que la foto del guarro está hecha no con flash sino con la linterna blanca. Hay un último punto: el segundo guarro seguido que pisteo, es cierto que con las Norma punta de plástico andan poquito, pero es cierto también que pocas veces me han caido sobre sus pies... Las pongo en observación severa...


En cualquier caso, tres visitas hasta que pegué con el sitio y aire adecuados, lo que engrandece el lance, aunque el resultado sea EL GRAN... MACHITO



Una tablilla de un machete que me costó tres
viajes y cuyo comportamiento le salió caro



EL GUARRO DEL BESO

21 de Enero de 2016

Y llevaba más de un año diciéndome…  "El día que mates un buen guarro te voy a dar un beso

"Aguardo de invitación, el puesto donde diga el anfitrión"


EL ENCUENTRO


Yo creo que fue hace dos o tres  años cuando colgué en el foro el anuncio de socios para el coto y entre la gente con la que hablé estaban Jondalar y mi socio del "día de autos". Por eso, cuando mi socio me pudo localizar el miércoles, después de insistir todo el martes y no localizarme por tristes temas familiares, me llevé una alegría al saber que iba a tener la oportunidad de, finalmente, conocer a Jondalar en persona.


Una llamadita rápida con él y quedó organizado todo lo importante, él llevaría un caldo calentito y yo unos bocatas de jamón. Sólo con eso la noche no podía salir mala.


Al día siguiente, mi socio está firme en la puerta cinco minutitos antes de la hora prevista. Ya conozco su forma de actuar, así que no me pilla desprevenido y me tiene listo para cargar, saliendo a buscar a Jondalar que trabaja a dos minutos de casa. Parecemos un equipo de F1, según aparcamos nosotros el coche él está saliendo del garaje, ¡vaya sincronización!

Por fin le conozco en persona, la conexión es inmediata, ¡otro amigo a la lista!


Ellos traspasan los bártulos al coche de Jondalar, yo voy como los marqueses sin-mo-ver-un–de-do, encargándome sólo de las muletas, y nos ponemos en marcha. No ha metido segunda y ya estamos hablando de caza… Es esta una escapada fugaz, de esas veces que apuras al límite los minutos para cumplir en el trabajo, saliendo casi con resuello en la boca para llegar al puesto antes de que se haga demasiado tarde… cuanto estrés para conseguir llegar a relajarse!.


En el camino hablamos de todo, de todo de lo que se tiene que hablar: de cazar con los hijos, de visión nocturna, de linternas rojas, blancas  e infrarrojas, del blind, de nuestro querido foro y, como no, nos cuenta sobre el coto: propietario, socios, cazadero y puestos… hora y veinte de camino que pasa volando, al menos para mí. ¿Quién se acuerda ya de la oficina?


Siguiendo las instrucciones de Jondalar eché el rifle, aunque mi idea era no enredar demasiado y sentarme junto con ellos, no me fuera a caer… Pero finalmente en el coche decidimos que ellos se pondrían a un guarro curioso que estaba entrando en un puesto y que yo me acercase a otro puesto, divertido por las piaras que solían ir a veces seguidas del machete correspondiente. Por mi como si me dejan en mitad del camino, con el mono de monte que llevaba me valía con poder disfrutar de esa luna casi llena que ya empezaba a asomar.

Curioso siempre lo que el destino aguarda… 



EL PUESTO


Llegamos a la zona y el paisaje se torna de llanos, siembras y barbechos a vastas extensiones de pinar viejo de repoblación. Suaves ondulaciones que poco a poco se vuelven más agrestes. Voy empapándome de monte poco a poco, cuando dejamos la carretera para entrar en un carril. Paramos para ponernos las botas y al abrir la puerta del coche sientes esa bocanada de aire, impregnada de olores familiares que te trasladan de inmediato a tus jornadas de monte, ¡Huele a campo!


Vamos un poquito justos de tiempo, por lo que no hay que demorarse. Van a dejarme a mi primero, que necesito toda su ayuda y luego se colocan ellos. Al puesto del Marqués…


Jondalar mete la tracción para ayudar al 4x4 a salvar los charcos que han dejado las recientes lluvias. El campo rezuma oxígeno. Los caminos con charcos, de esos tan querenciosos para “los de la mirada baja”. Se distinguen las grandes masas de pinos y se intuye un hondo conformante de un gran valle. En dos minutos hemos llegado.


Nos bajamos del coche y mis amigos me hacen de porteadores, sin ellos sería imposible. Afortunadamente no van cantando, como en las antiguas películas de Tarzán. Nos dejamos caer en el interior del tupido pinar. De nuevo, olor a pino, resina, oxígeno, humedad y hojarasca, no me extraña que esto nos vuelva locos. Ellos se mueven rápido, pero mis condiciones y su buena educación les fuerzan a reducir el paso. Muleta-muleta-pierna buena-pierna mala- hay que seguir el orden para evitar la caída de consecuencias inciertas. Es la técnica de escalada, siempre tres puntos de apoyo, llevado al habitualmente sencillo proceso de entrar al puesto.


Cinco minutos para los poco más de cincuenta metros que me separan de él, en el que cada rama o piedra supone un obstáculo a atacar individualmente. Lo peor, los bancales. Los cambios de desnivel ocultan debajo esa arcilla roja, espesa y viscosa, que nos llama la atención casi como a los cochinos. Pero llegamos.

Mi socio y yo nos hacemos una mirada furtiva, se nos abre la boca…

Una zona honda, de unos 500 m2, apenas un poco más clarita de pinos, sin hojarasca, con la arcilla roja de la zona bien a la vista, que con las lluvias de la semana debe ser lo más parecido que un cochino pueda considerar como un “Spa”.



Me abren la silla para que me siente y Jondalar me explica:

- Mira, ¿ves ahí enfrente?, esa es una baña. ¿Ves a la izquierda el pino? Ese es el rascadero…
Madre mía, como para no verlo, si está pelado a más de metro y medio de altura! Y sigue…
- ¿Ves a la izquierda? Ahí tienes otra baña. Los cochinos vienen de enfrente…
El aire de cara completamente… la boca desencajada ya definitivamente, no sé si tiraré, pero el puesto es “de libro”. Nos despedimos deseándonos suerte y les comento que yo “no me muevo de allí” hasta que vengan a por mí…


Preparo todos los arti-julios y me dispongo a esperar disfrutando del puesto, sus olores, su vista y con la luna dejando entrever su perfil entre las ramas de los pinos… que bien me encuentro de salud !! 



LA ESPERA

Hoy llevo pleno de Reyes. Traigo todo lo que me han traído: la camisa de forro polar, los Peltor y la linterna blanca que me pedí por si había que pistear alguna noche, que con el led rojo que uso para tirar no se distingue la sangre.


He terminado de dejar ajustado el trípode, la manta, la silla… todo!  Mando un WhatsApp a Centinela para decirles que estoy listo y por fin entro en eso que, a modo de ordenador o Smartphone de última generación, yo llamo “modo silencio”. Modo silencio para empezar a disfrutar del campo, de esos primeros pájaros o palomas que se acercan a comer, en este caso a beber, es cuando observas las matas que tienes para que las sombras de la noche no te las conviertan en enormes jabalíes estáticos en mitad de la espera… Son las 18:35


Cuento las matas, tomo referencias de distancias y alturas, pienso en estrategias: que hago con ese pino que me divide la charca grande en dos tiraderos… la cabeza vuela… y sigue el olor a pino y tierra mojada, y la luna reclama su sitio brillando con más fuerza... Y todavía hay gente que no le gusta esto…


El WhatsApp hace de libro de bitácora, a las 20:09 les mando otro mensajito: q tal? No hay respuesta, estarán sin cobertura…

Crick, crick, crack, crick, CRACK !!



No hay duda, calibré bien los Peltor y no me asusto al oír el ruido indiscutible de una res andando por el pinar, por detrás de mi y más alto. Guardo el móvil con la  lentitud de movimientos del “perezoso” y me quedo cual estatua de hielo. Está más o menos por donde hemos dejado el coche al venir.


Sé que hay venado y corzo, todo es posible, es hora de aplicar lo mucho o poco que sepa de este oficio. Le oigo, se va acercando, paralelo al camino, despacio, parando para escuchar. Mucha es la hojarasca del pinar como para andar sin delatarse, pero no mete excesivo ruido, no va confiado, lo que sea sabe lo que se hace y a donde se acerca… Cuando está más o menos a mi altura, por la derecha, apunto de asomar al “Spa”, se para.

Empiezan a correr los minutos, tengo que abrir la boca porque con la tensión el corazón se me sale… Los Peltor cantan… han pasado diez minutos cuando oigo un gruñido, por la izquierda!! Parece que al ruido le acompañan los pasitos inconfundibles,  por ahí va a entrar una piara, pero estoy seguro que no es lo mismo que había a la derecha. Después del gruñido, parece que se han parado, y ahora se alejan. Qué raro 


Jondalar decía que eran fijos, y eso parecía… Ya pensaba que me iba a divertir viéndolos. Y el aire en mi cara con esos olores…


Clavado como una estatua, a ver si la piara vuelve después de dar una vuelta, habían pasado otros diez minutos y ya me había olvidado del ruido de mi derecha, pensando en que se habría ido al oír el gruñido… 

crack, crick, CRACK !!



Parece que los cascos funcionan bien y no me dejan duda. Lo de la derecha se ha arrancado exactamente desde el mismo sitio que ha estado veinte minutos parado!! Pienso – esto no va a ser un primalón… Las muchas batallas en las que he estado me llevan a quedarme clavado a la silla, como si me hubiera fundido con su aluminio, mientras los ojos auscultan de reojo entre los rayos de luna que traspasan los pinos, a ver si son capaces de adivinar quién es el autor de esos pasos, ya en una franca entrada hacia la baña.


EL LANCE


Por fin lo veo, no hay duda aunque lo veo de reojo. La sombra negra de un guarro da un trasluzón de escasos segundos entre los pinos de mi derecha, apenas a quince o veinte metros. Si sigue por ahí camino a la baña, me pasa a diez metros. Pero de repente gira a su derecha!!


No tengo duda de lo que va a hacer, sé que no se escapa. Aprovecho el ruido de la zona de charcos y estiro la mano para coger los binoculares nocturnos. El tema apunta bien, pero estoy de invitado en casa de un amigo, no puedo fallar, tengo que evaluar bien lo que es. El instinto no me falla y, tras una última vuelta a la charca por su derecha los cascos vuelven a hacerme llegar uno de esos sonidos que a los esperistas nos hacen perder la cabeza... chas, chas, chas… El guarro está en la baña!!


Me hecho los binoculares nocturnos a la cara, con la luna que hay no hace falta encender la linterna infrarroja. Miro en la charca de donde me llega el ruido y no lo veo. Nervioso, muevo rápidamente los bino a la charca de la izquierda, tampoco! Vuelvo a la derecha, ahí estás!! Tumbado de lado en mitad de la charca, me engañó la vista la primera vez. No hay duda, como decía Candela, nuestro querido guarda del Viso, el guarro “bultea”. Se frota por un lado, se da la vuelta sin levantarse, sigo sin poder ver si es macho o hembra, no quiero fallar, estoy de invitado, otra vuelta en el barro… Ya lleva unos minutos en el barro, sigo sin poder evaluar su género y, en la última “revolcá” el guarro se me ha tapado con un pino que hay por delante…


Cesa el ruido, el guarro se ha levantado detrás del pino, no lo veo, verás como me la lía… Por fin, sale y va franco hacia el rascadero. Valoración: unos 80 kilos, parece que se le ve morro algo “encogido”, no es de culo escurrido, podría ser una hembra… Pero no tengo más tiempo, no sé cuánto tiempo se rascará, si quiero tirarle tengo que estar listo al tomar la decisión. Rápidamente dejo los binoculares y me abrazo a mi Máuser, montado en el trípode, con la misma esperanza que pone un novio en su primer beso.

El guarro está rascándose, culo bajo, morro arriba, sobre su lado derecho empieza a moverse arriba y abajo llegando muy arriba con la jeta. No hay duda, lo que sea es grandecito.


Enciendo la retícula del visor y le busco otra vez, sigue ahí. Me acuerdo de Javier, esta semana discutíamos sobre el tema y él no es precisamente un novato, pero voy a confiar… enciendo la luz roja!!


Bien, el guarro aguanta como esperaba, tengo poco tiempo, rápido Fozzie, actúa!!


Le busco el pincel al guarro, pero entre la posición, el movimiento de rascado y que tiene todo el pelo lleno de barro no consigo verle el pincel. No puedo esperar más, en cualquier  momento para de rascarse y se larga. Asumo que pudiera no ser macho, aunque tiene toda la pinta.


Busco el codillo, que se mueve con insistencia arriba y abajo, le subo un poco y observo que a pesar del movimiento siempre queda el cuerpo con el punto iluminado de la retícula en su interior.


BOUMMM!!!


Una sensación rara recorre mi cuerpo… no ha sonado igual… ah, los cascos, pues sí que parece que funcionan si…


Al tiro se ha levantado una “polvareda”, me ha parecido ver un punto blanco en el pino y el guarro no está en el sitio… Inmediatamente apago la luz y escucho. El guarro corre hacia la otra baña por el claro, para entrar en la espesura y, rompiendo monte, describir una semiluna para terminar por pararse, más o menos, en línea recta con la baña donde le vi por primera vez, rompiendo jaras, ya sin moverse del sitio durante algo menos de un minuto, parando finalmente el  ruido.





EL PISTEO


La cabeza empieza a funcionar…


Y si he fallado? Y si es hembra? A que la he liado… pues vaya invitado que estoy hecho… Ese punto blanco en el pino… habré pegado al pino y no al guarro? Lo habrá atravesado y habrá pegado en el pino? Y si no está muerto ahí, como creo?. Cagüen diez!!!
  El “whatsapp”? Como el algodón… No engaña… Son las 21:16 cuando entra el primer mensaje de Jondalar…
     - Que has hecho?
Se lo cuento tal y como funciona ese programa, a lo indio..
     - Guarro por la dcha. Se bañó y le tire rascándose…
     - Te quedaste con él? Abulta?
     - No ha caído en el sitio, pero creo que sí. 70-80 kilos me pareció ver algo de morro…
     - Dice tu socio que hoy si te da un beso.
     - Espera que haya caído y luego hablamos de sexo…


Y es que llevaba una sequía de dieciocho meses sin tirar un guarro, en que casi ni los veía, nada más que guarras y rayones… Sequía que rompí hacía tres semanas matando un primalón para que mi perrete, Cartucho, se estrenara a los rastros reales… Así mi socio, compañero de correrías entonces, ya estaba tan harto de mi sequía que lo único que me decía era… “el día que mates un guarro grande te voy a dar un beso!!” y el día del primalón, lógicamente, ni beso ni abrazo, que él dice que no tira a nada que no sea grande de verdad.


Algo antes de las once fue cuando llegaron al puesto, en ese momento fue cuando por fin, nos dimos un abrazo y recibí mi prometido beso, tan casto como entrañable...


A pesar de ello le dije: Espérate, no vaya a ser que no lo encontremos…


Jondalar traía el rifle para el pisteo… Les conté todo, como había entrado, como le había tirado y lo que creí que había hecho tras el tiro describiendo esa semicircunferencia mortal, aunque a mí siempre me costó horrores acertar con esos movimientos.


Se dispusieron a bajar, el puesto estaba unos pocos metros en alto sobre el tiradero, y les avisé: esperad un momento, saque la nueva linterna blanca que le pedí a Papa Noel, que alumbra en luz blanca que es una maravilla para el tamañito que tiene, y se bajaron al rascadero.


Yo seguía sentado en mi silla, sin levantarme para no caerme y con el corazón encogido, viendo como marchaba la expedición armada. Cuando llegaron al rascadero les vi murmurar mientras alumbraban el suelo. Era como esperar las notas de un examen, cuando retumbó la voz de mi socio… “Jose, el guarro va pegado”


Bien, coño bien! Echaba de menos a mi prole y a mi Cartuchete, y que pena no poder estar ahí abajo con ellos ahora…


Vi como la potente luz blanca empezaba a alumbrar hacia la izquierda y se ponían en marcha con el pisteo.  Zona absolutamente despejada al principio, no era peligrosa, pues se habría visto claramente el guarro. Paso a paso, les vi evolucionar en el pisteo hacia la izquierda para, llegados a la otra baña, empezar a girar ciento ochenta grados antes de entrar en la zona enmontada. El monte empezaba a unos quince metros de donde creía que había caído, donde se acercaban paso a paso pisteando, vaya dos teckel buenos que me había buscado.


Las voces me llegaban entrecortadas y  no distinguía bien las frases, ya me había quitado los cascos jjj, pero cuando llegaron a donde creía, pude distinguir con claridad… “vaya guarro grande!!” Jose tienes que hacer el esfuerzo y bajar!! Emocionado, como con Red Bull, con alas en los pies, y ayuda por su parte, bajé el desnivel, crucé el barro  y llegué al sitio. Jondalar, tapaba adrede la figura del guarro del que sólo veía el culo y cuando ya estaba al lado se apartó para darme la sorpresa.


Por fin!! Los astros se habían alineado y allí estaba un buen navajero, al que le había hecho bien las cosas, en una espera con todos los componentes… Tocaban los abrazos, felicitaciones y sesión fotográfica.


Que bien sabe un caldito calentito y un bocata de jamón, en el monte, a media noche, con los amigos y con un buen navajero en el maletero!!!


… y el beso de un amigo!!!
... aunque luego resultó ser el beso de Judas!!!.