REFRAN - EL AIRE

15 de Diciembre de 2.015

Cuando el aire no carea, la espera te estropea


Cuando pensé es lanzar el "post" de refranes en el foro, sin duda este fue el que me vino a la cabeza, como no podía ser de otra manera.

Y es que si algo hay que transmitir, a quién pudiera estar dando sus primeros pasos en este mágico mundo de las esperas nocturnas al jabalí, eso es sin duda que EL QUE MANDA ES EL AIRE.

Me encantaría haber empezado a escribir la justificación del primer refrán con un relato, pero la "ley del aire" afecta todos los días y a todas las esperas, por lo que creo más conveniente empezar con esta reflexión en la que seguro que no habrán de faltar recuerdos y experiencias que la ilustren.

Y es que, debido al gran desarrollo que los cochinos tienen del sentido olfativo, se tercia como fundamental que el aire en una espera proceda siempre de una dirección que este por delante de esa línea recta imaginaria que pasando por el cazador, a forma de fuera de juego en el fútbol, marca si el aire viene de "delante" o de "detrás".

Tan importante es la "ley del aire", y digo aire no viento pues da igual su velocidad que siempre termina llevando tus efluvios "blowing in the wind...", que no hay un libro de esperas que o bien tiene un capítulo al respecto, normalmente de los primeros, o en casi todos sus relatos menciona la dirección del aire.

Curioso que, ayer mismo, estaba ubicado con mi amigo José Luis frente a una charca, a poco más de veinte metros. José Luis, que era la segunda vez que iba de espera, no paraba de reírse con lo exagerado que era con el tema de la ropa sin ruidos, los movimientos lentos y... el aire de cara:
- pues poco aire hace hoy.
No se movía una hoja pero de vez en cuando notabas fresca la cara...
- el justo, que las reses andan mu' finas de olfato...

No pasaron diez minutos cuando empezó a ladrarnos un corzo, justo a nuestras espaldas, a no más de veinte metros, que seguramente se acercaba sigilosamente a saciar la sed, tras un día primaveral de más de veintiocho grados...

Pero cuando sabes ponerte en el sitio, el aire es un gran aliado a tu favor...

La vez que personalmente más se me disparo la adrenalina, posiblemente por la situación de riesgo que suponía el tener a mi hijo de diez años al lado, fue el aire el que nos salvo de una situación de riesgo.

Fue en una finca cerca de casa, en el puesto que llamábamos "del barranco", pues estaba puesto el montón de piedras en el hondo de un barranquete con un desnivel de unos cinco metros de altura, que subía en terraplén hasta donde estaba ubicado el puesto. El puesto no era más que un hueco en el centro de una carrasca de un par de metros de altura, que tenía una cuerda de lado a lado que hacía los efectos de trípode donde apoyar el rifle. 

Como ir con críos te enseña a que hay que intentar tapar a los guarros los movimientos intempestivos, solía colgar de esa cuerda, cual tendedero de patio de vecinos, una manta de forro polar que suele formar parte ineludible de mis archiperres de espera.



Con Jorge, el día que mató por primera vez, 
a la salida de una espera en el puesto del Barranco

Allí andaba enmontado tras la cruceta en compañía de mi hijo de diez años, a día de hoy, seis años después, consumado esperista que da gusto ver como se comporta en el puesto, cuando de repente nos vimos inmersos en el típico "tufo" a cochino... 

Pasaron unos segundos cuando llegaron a mis oídos, por la izquierda, el sonido de los pasos de un guarro de careo. Apreté el muslo de Jorge, a modo de señal convenida, y mantuve la mano allí en previsión de la súbita aparición del guarro.

Nuestro protagonista, el aire, venía completamente de la izquierda subiendo el barranquete desde el río, río que servía a modo de autopista para los cochinos que posteriormente se distribuían por los diversos barranquetes a su libre albedrío. Así, el guarro, al entrarnos por la izquierda, además de atufarnos con su esencia natural no había sido capaz de identificar nuestra presencia por la pituitaria...

El guarro, poco más que un bermejo solitario, venía bordeando el barranco donde nos encontrábamos por lo que antes de que se diera cuenta él y nosotros, se nos metió en la misma donde estábamos. Estando los tres dentro de la misma chaparra, yo apretaba firmemente el muslo de Jorge, sentado a mi derecha, para que aguantara sin moverse ni un pelo. Afortunadamente  ya habíamos vivido bastantes esperas juntos y sabía la situación en que estábamos y lo que tenía que hacer... En cambio, el guarro, de noche, sin luna, sin aire de cara... vino prácticamente a toparse conmigo, parándose a metro y medio escasamente...

Imagino que las ya escasas chaparras que nos separaban y mi perfil, bastante más ancho que el perfil humano habitual (jjjj) le hicieron pararse en seco. Así nos tuve unos minutos en que, no dejé de observarle de reojo, manteniendo la tensión en la pierna de mi hijo para que no se asustara y pensando en que hacer si finalmente nos traicionaban los nervios y el guarro respondía embistiendo. A ver quién se lo explicaba a su madre....

Pasados esos interminables minutos, no menos de un par de ellos, se conoce que al no darle el aire al guarro a pesar de la proximidad este decidió proseguir su camino. Pero al estar nosotros bloqueando la chaparra, se metió por el talud del terraplén, tan pegado a nosotros que, según pasaba, nos arrastró la manta que teníamos en el "tendedero"...

Que momento de tensión y liberación de nervios, y que comportamiento el de mi chavalote que aguantó el lance con un temple, un valor y una frialdad difícil de encontrar en un crío de esa edad.

Sin duda el aire a favor nos permitió jugar el lance y salvarlo con éxito....

Pero hay amigo cuando el aire se pone revolcón... Ahora de delante ahora de detrás.... Sin duda, como  el símil futbolístico que hemos usado anteriormente, te deja en fuera de juego... Pues el aire, que se las gasta como quiere, si en algún momento cambia de dirección será justo cuando el guarro esté entrando en plaza, aunque sea sólo para jorobar... Y es que entonces suele conjugarse simultáneamente la "ley del aire" y la "ley de Murphy"

Y si el aire, cuando te sientas de espera ya te está dando de espalda y cargando la plaza y aun así te sientas sólo indica una cosa, querido lector, y es que todavía te queda mucho que aprender de las esperas y las capacidades de nuestros amigos de la "mirada baja".

Así, amigo, si quieres tener una oportunidad en la espera, debes sentir el aire en la cara, de frente, en un lateral o en el otro, pero en la cara, desde delante y, por eso:


Cuando el aire no carea, la espera te estropea...