EMPALADO

10 de Abril de 2.019

Cuando empecé a escribir el blog decidí poner sólo mis lances, aquellos en los que fuera el tirador... pero este lance, por estar presente, por poder haber tirado y decidir no hacerlo, por ser el primero que veo con arco y, sobre todo, por tratarse de mi hijo, merece ser incluido en el blog, que algún día espero sirva de memoria para quien quiera divertirse con estos relatos...

Así, dejaré el relato que Jorge, el arquero, y las notas de nuestro amigo Dani, conductor acreditado de AEPES - Asociación Española del Perro de Sangre-, que publicaron en distintas redes sociales y terminar incluyendo mi versión como testigo de todo.


EL ARQUERO

Podría haber sido un miércoles más pero no lo fue...

Tras salir de la universidad puse rumbo a la oficina de mi padre desde donde cogimos el coche y partimos hacia el coto. Llegamos muy justos de tiempo de tal forma que, nos cambiamos rápido y tras hablar brevemente con uno de los socios decidimos ponernos en este puesto, el de la ametralladora, ya que esa misma semana se habían comido 20 kilos de maíz en dos días.

Este día tocaba compartir puesto, así que nos organizamos y yo me puse con el arco a 30 metros del bidón y mi padre con el rifle a unos 50. Al poco tiempo cayó la noche y tocaba comprobar que la linterna estaba bien. Al probar la linterna le faltaba potencia y no llegaba bien, en ese momento me acorde que se me había olvidado cargar la pila. Cuando mi padre probó su linterna comprobé que la luz que él emitía me permitía a mi ver bien tanto el visor como el tiradero, de esta manera le mandé un WhatsApp para advertirle sobre que, en caso de que entrara algo, iba a ser necesario que el encendiera su linterna, ya que la mía no cumplía con su función.

Unos 15 minutos después de esto surgen de la nada sonidos dentro del pinar, algo se acercaba y venia decidido. Efectivamente, a los pocos segundos, empiezo a distinguir las sombras dentro del pinar, pero era difícil debido a la falta de luna. A los pocos segundos y casi sin pararse veo cruzar a dos animales entrar al tiradero, estimo que son dos animales de uno 60 kilos y decido tirar. Levanto el arco lentamente de las piernas y lo abro, doy un destello de luz y efectivamente la linterna no tenía potencia suficiente, decido dar otro destello y al ver esto mi padre echa su luz, al hacer esto descubro que uno de los dos no para de moverse mientras que el otro está tranquilo parado. Solo hay dos problemas, esta cuarteado y un poco más lejos del bidón así que no tenía la distancia exacta medida. A pesar de eso me decido a tirar buscando el codillo contrario para que la flecha tocara pulmón.

Finalmente, suelto la flecha y los animales salen corriendo, mi padre afirma que el tiro se me había ido trasero y había entrado por el jamón. Tras darle una hora y media decidimos recoger e ir a buscarlo, cuando llegamos al lugar del tiro encendemos la luz blanca para buscar sangre, en este momento escuchamos como metido en el pinar unos 50 o 100 metros nos gruñe el animal, así que decidimos dejarlo para el día siguiente y avisar a Dani.  En el momento en el que nos confirma que puede venir al día siguiente a ayudarnos a pistear no dudamos en que si el animal está muerto lo cobraremos ya que perro (Heinz) y guía funcionan como una máquina.

Quedamos a las 9 de la mañana en el coto y subimos a pistearlo, tras un corto paseo para que el perro se desahogue Dani pone al perro en el tiro, este no tarda ni cinco segundos en dar con el rastro y empieza a guiarnos. A los 5 metros de comenzar el rastro vemos el primer manchurrón de sangre, finalmente tras unos quinientos metros de rastro en los que el animal va dejando sangre cada pocos metros conseguimos cobrarlo. Al llegar al animal compruebo que por desgracia era más pequeño de lo estimado y que, efectivamente, el tiro era un tiro malísimo ya que se me había ido unos siete centímetros a la derecha respecto a donde yo había apuntado, a pesar de ello me llevo una gran alegría por haberlo cobrado y haber estrenado el arco nuevo, además se le suma el haber vivido el lance con mi padre y el cobrarlo con familia y amigos.

Sin duda un lance que quedara para siempre grabado en mi memoria. Gracias a Dani por la ayuda en el cobro


EL AMIGO... Y CONDUCTOR DE AEPES

 Dani, al finalizar cada rastro, prepara su ficha, que indicaba:

  • ·   Cochino de espera, rastro de antigüedad 12 horas
  • ·   3 jabalíes en grupo, el perro identifica la salida perfectamente.
  • ·   Va muy rápido seguro, se corrige varias veces, fenomenal.
  • ·   Recorrido con sangre goteada casi continua.
  • ·   El tiro entra por un jamón y sale un pelín por la tripa.
  • ·   520 metros, recuperado el cochino, muy bien!!!


EL PADRE DEL ARTISTA...

Fuimos ese día al coto que teníamos cerca de casa, y visto que estaban entrando de corrido arriba y como estaba el patio en el resto del coto, decidimos ponernos juntos en el puesto que llamamos de "la ametralladora", por estar metido dentro de un antiguo nicho de ametralladora de nuestra desafortunada guerra civil. Ya andábamos desde el año pasado trasteando las querencias de ese puesto, al que ya le había matado un par de guarros con el rifle, para convertirlo en un puesto de arco y, así, tocaba ver la efectividad de la nueva posición que habíamos decidido para su uso. Toda una apuesta sabiendo que entraban una grupete de bermejos... y un grandullón.

El puesto está en un claro que bordea el pinar, querencia probada de entrada de los guarros en el coto. Puesto histórico del mismo, pues hace muchos años está operativo, tiene ubicado el nido ametralladoras a unos 50 o 60 metros del bidón. Por la entrada habitual de los cochinos y las querencias del aire por la noche, lo máximo que hemos podido preparar el puesto para el arco ha sido con un tiro a 30 metros del bidón. Últimamente, hemos conseguido acercar con comida puesta debajo de unas piedras hasta 12 metros de un hueco de trinchera, desde donde podíamos disparar con el arco. Bajo esa querencia se sentó Jorge (Fozzie 3) en la trinchera, mientras yo con el rifle cubría maniobras del posible escape del guarro herido, tirando sin problema por encima.

Se hizo de noche y el aire empezó a coger su querencia nocturna habitual. Si entraban de frente no había problemas, si entraban desde la vaguada de la derecha, como ya había pasado alguna vez, podrían cogernos el aire, más con Jorge sentado muy cerquita de esa entrada natural. Habría que esperar que la trinchera hiciera su trabajo y tape el aire de Jorge.  

Todavía en penumbra hicimos la prueba y ajuste de las linternas, preparé la deriva y el alza de mi linterna a la distancia de ese rifle y pude comprobar qué Jorge tenía problemas con la linterna de su arco. Sin duda, una vez más, había vuelto a salir sin recargar las pilas. Dichosa cabezonería de los adolescentes. No quedaba más remedio que estar atento, si se producía el lance, para dar cobertura a Jorge con la linterna.

No recuerdo el tiempo que pasó hasta que de repente unos pasos por el pinar, subiendo por la vaguada, nos hicieron entrar en alerta. Me asomé por la tronera y pude ver que Jorge también había reaccionado al sonido, ya estábamos los dos al acecho. Escasos segundos después pude ver la silueta de 3 cochinos qué, avanzando en fila india y separados unos 3 metros entre sí, se dirigían francos por la vaguada hacia el comedero. Era el momento clave para saber si le iban a cortar el aire a Jorge, pues le iban a pasar a una escasa veintena de metros. Afortunadamente no le olieron y dos de los tres cochinos entraron francos al comedero, mientras un tercero se quedaba al borde de los pinos posiblemente mosqueado por algún efluvio qué le hubiera llegado de Jorge, cochino que Jorge no podía ver por estar hundido en la trinchera. Si hubiese sido el macho grande que entra ahí posiblemente habría perdido la oportunidad, señal de que siempre hay que dejar que los guarros cumplan bien en el puesto antes de empezar a pensar en tirar sobre ellos.

No había visto el WhatsApp en el que Jorge me indicaba los problemas que tenía con la linterna, aunque estaba pendiente pues la prueba había sido obvio que no funcionaba correctamente. Así que, con los guarros en plaza, me dispuse a apuntar con el rifle a los mismos esperando que Jorge tomase la decisión de tiro. Mi objetivo era estar preparado para que cuando Jorge disparase alguno con el arco rematarle con el rifle inmediatamente.

Con el dedo en el interruptor de la interna y los dos ojos abiertos para ver el lance, espere a que Jorge echase la luz para el tiro. Vi cómo empezaba a posicionar el arco lentamente habría y entonces me preparé para estar listo para el disparo y para echar la luz si hacía falta. A los pocos segundos observé como la luz roja de su arco empezaba a parpadear, no había duda estaba fallando mientras intentaba el tiro, así que con el corazón en vilo, sin dudarlo y apuntando al guarro que estaba más cruzado de los dos que estaban en plaza encendí mi luz roja mientras esperaba el desarrollo del lance.

En cuanto Jorge tuvo disponible la luz roja, poco tiempo tardó en estabilizar el arco y dejar volar la flecha hacia el cochino, qué me sorprendió al no recordar que llevaba el lumenock de color azul que permitía identificar su vuelo perfectamente en la noche. Vi como la flecha entraba limpiamente por la parte trasera del jabalí, más en concreto por el jamón, y el guarro lanzando un breve gruñido arrancaba su carrera estrepitosa primero hacia la parte alta del pinar para, enseguida, derivar hacia abajo por donde pude todavía observar la luz azul que lo acompañaba durante 20 o 30 metros por entre los pinos. Sin duda el lance del arco, la luz de la flecha y el acierto en el impacto, me dejo lo suficientemente emocionado como para que me olvidase completamente de mis intenciones de rematar el guarro con el rifle si era necesario, sin duda las emociones de cazador y padre se entremezclaron. Tendríamos que ver si podíamos dar con él más tarde.

Normalmente, cuando dejo un guarro herido con el rifle, suelo esperar no menos de 45 minutos antes de salir a observar el resultado. En este caso, con el arco y con un tiro que había entrado por el jamón decidí esperar más tiempo, así dejamos casi una hora y media antes de levantarnos y acercarnos a la plaza observar resultado. Cogí mi luz blanca de pisteo y el rifle y, pasando por la posición que ocupaba Jorge con el arco, nos acercamos juntos a plaza. No fue difícil dar con la arrancada Y aunque curiosamente no pudimos ver sangre, y digo curiosamente porque al día siguiente vimos que desde el propio tiro había salpicones de sangre frecuentes y casi continuos, al acercarnos con la luz a la zona de tiro enseguida notamos el castañetear de la boca del guarro a unos 40 o 50 metros metidos dentro del pinar. La decisión era obvia había que esperar al día siguiente para evitar cualquier susto con el animal.

El día siguiente era laborable por lo que se hacía difícil la opción de llevarme a mi perro, Arco, para hacerle otro de sus primeros pisteos y después ir a la oficina, así que además de su falta de entrenamiento la opción se hacía complicada. La decisión fue llama a nuestro amigo Dani qué tiene un magnífico perro con el que forma parte de AEPES, él tenía disponibilidad y quedamos en vernos al día siguiente a las 9 de la mañana en la puerta del coto.

Sí yo dormí poco esa noche no quiero imaginarme lo que dormiría Jorge, nada o menos. Al día siguiente a las 9 en punto estábamos todos reunidos en la puerta del coto, abrimos las vallas y subimos hacia el puesto a ver sí se cumplían nuestras esperanzas de encontrar el guarro, que además era sería el primer guarro matado con arco en el coto. Llegamos al puesto y dejamos los coches a unos 30 metros de distancia.

Qué lujo poder ver cómo se prepara un perro bien entrenado y cómo responde a las instrucciones del dueño y guía. Así con su collar y correa normal de paseo y separado del punto del lance dejó que el perro se desfogarse un poco y cumplir con sus obligadas necesidades. Cuando el perro ya estaba tranquilo y listo para empezar a trabajar le sentó a la orden y le cambio el collar, cogió una traílla, se la puso y le acercó al tiro. El perro, con la mirada pendiente en su guía, espero la orden de su amo para comenzar la búsqueda. Como habían andado dos cochinos en la plaza, el perro hizo un círculo alrededor del impacto para enseguida coger el rastro de sangre y empezar a tirar de la trailla siguiendo la trayectoria que por la noche nos había descrito la “lucecita” azul de la flecha. Un auténtico lujo ver trabajar a perro y guía tras el rastro de ese nivel, adentrándose hacia dentro del pinar hasta que mis piernas no me permitieron seguirles y continuando ellos, junto con Jorge.

He de reconocer que como a 60 metros del tiro, el cochino daba una arrancada cuesta arriba, seguramente fruto de cuando nos avisó por la noche. Estaría encamado y lo levantamos, tirando cuesta arriba a pesar del flechazo que luego vimos que llevaba. No tardaron demasiado los rastreadores en llamarme para decirme que lo habían encontrado.

Cuando lo trajeron a rastras y con el perro mordiéndole, pude ver que, efectivamente, de las 31 pulgadas de longitud de esa flecha, el animalito llevaba dentro algo más de 25. Efectivamente le había entrado por el jamón derecho, a unos 10 cm del ano, y tenía toda la flecha dentro y algo atravesada hacia el codillo izquierdo. Parece mentira que ese marranete de 40 kilos pudiera defenderse después de hora y media y todavía arrear cuesta arriba. Que poderío tienen los guarros.

Como no, me fundí en un abrazo con mi hijo, quien me había hecho disfrutar por primera vez en mi vida de un lance de espera con arco, estrenando su Obssesion, el puesto modificado y el coto con su primer cochino cobrado con arco.

Es curioso observar las distintas vistas de una misma realidad, las notas y relatos lo confirman, y un lujazo haber tenido la oportunidad de ver trabajar a un buen perro sobre el rastro.

Además, tanto disfrutas de los lances de los hijos, que aquel día ni tiré a un guarro ni rematé al suyo…
…pero no olvidaré nunca esa luz azul, corriendo de noche por entre los pinos, como rastro de aquel jabalí empalado.



El perro liado con el empalado.
 La flecha ya la habíamos intentado sacar, pero del tiro estaba metida casi hasta las plumas.


El padre de nuevo con la sonrisa de satisfacción al ver los éxitos de Fozzie 3